Madrid como comunidad anda escasa de festivales. Con las grandes apuestas fuera de juego, Rivas Rock aprovecha el vacío y se consolida en una segunda edición francamente atractiva sobre la mesa, cumpliendo con las expectativas holgadamente.

Esto fue lo que nos encontramos desde primera hora de la tarde…

Crónica de Javier Pérez de MariskalRock.com

 

Desakato tenían la siempre complicada misión de abrir un festi donde a las 16:15h, y sin una sola sombra a lo largo y ancho del recinto, el gentío que se aposentaba frente a ellos era más bien escaso. Poco les importó a los asturianos, que a pesar de que antes de sonar el primer acorde la cinta de la guitarra de Gabri se soltó, le pusieron unas ganas y una fe inhóspita desde la inicial “Pánico en Frankfurt”, la visceral “Contra la pared”, o el cierre del primer asalto con “Ritual”. Pepo, adjudicado a la causa, pide un wall of death para enarbolar “Carta de un paria”. El último segmento, vibrante, se reparte entre “Cuando salga el sol”, “Batalla final” y dos trallazos del orden de “Tormenta”, grabada a fuego en el asfalto de Rivas, y la intensa “Cada vez”. Camino recto para Desakato. Que su mezcla casi mística entre el rock de aquí y la algarabía del metal les sea fiel por los siglos de los siglos.

Los horarios de momento se cumplían, y con la justicia del sol sobre las cabezas de los asistentes, ya rojizos. Gritando En Silencio con el reventón de la Penélope muy fresco entre los madrileños, salen al tablao a pelo con “Ganado”, siempre convulsiva. “Estaré en el bar” no falla en estos saraos, el estribillo abre tumbas. Marcos sabe que conocemos “¿Dónde te has quedado?” y reclama nuestras gargantas. A estas latitudes los madrugadores ya son acompañados por los que apuraban los litros y el número de asistencia es recomendable. El sonido es nítido, pero faltan decibelios, mas se irá subsanando en la siguiente, una “A las armas” siempre voraz. De nuevo vistazo de espaldas con “Cuentos de desgarro”, enlazada con “Actitud” y “Perdedores en la lluvia”, donde la voz patina y se escapa alguna estrofa.

Ya encañonando la traca definitiva, tras “Mírame desnudo”, un “que grande eres”  dirigido al frontman sevillano, le arranca del corazón un “no hija, de tó menos grande”. Lo dicho en su día: harán historia. “Vértigo” y “Rock n’ Roll de Barrabás” intercambian posiciones con respecto a la gira de salas, para certificar la defunción de la promesa y el nacimiento de la realidad. Por poner un pero…¿”Rutina en las venas”? Gigantes.

Boikot saldrían rondando las 19h y el sol caía de soslayo por detrás del escenario, cegando la visión desde el lateral izquierdo. “Naita na” con un sonido elevado pero embarulladísimo, que viene y va removido por las ráfagas del viento, da paso a “Inés”, “Hasta siempre” y “Bubamara”. Estamos ya casi todos y la fiesta y los pogos se presentan por doquier. Los madrileños estarán toda la velada arropados por multitud de invitados, exaltando su propio ambiente, su propio legado.

“De espaldas al mundo” les queda de traca, para que Juankar reivindique en “Gasolina, vidrio y mecha”, nos hundan un “Mentiras” sonando a mala hostia, pidan “Stop censura” y hagan intervalo con “La vieja excuela”. Momento romántico donde se anuncia que es el último concierto de Alberto en solitario (¿se nos casa?);  llega Raquel para colgarse la guitarra y descargar “Bajo el suelo”, que servirá de protesta femenina micro en mano. El bailoteo lo pone “Ska-lashnikov” y el metal lo ejerce “Tierra quemada”. La avanzadilla del colofón es “Sin tiempo para respirar”, “Korsakov”, la efectiva y fiestera “Grito en alto” con Bode a la guitarra de Kosta, y la traca de los Piperrak y su “Kualkier día”, circle pit incluido. Un festi es su hábitat, y en Rivas Rock, jugando como en casa, Boikot no perdona.

Algo más de lo habitual transcurre hasta que saltan Siniestro Total con “Yo dije yeah!”, poniendo la nota discordante en lo musical, que no en concepto.Del tirón embarcan “Superávit” para darnos las buenas tardes ya casi noches, y como carta de presentación despachar “Miña Terra Galega”, que no desacierta. Colosalmente elegantes, punk de finura es “Cultura popular”, “Chico de ayer” es new wave, y “Vamos muy bien” es una apología de los festivales, de los garitos de los ´90 a altas horas de la madrugada. Allí no había ni Dios que no la conociese. Y claro, allí no había ni Dios que no gritase el estribillo puño en alto con los colegas rodeándole.

“Paseando sobre el agua” y “La paz mundial” lucen menos. Es momento para una de las pocas intervenciones de Julián Hernández, sabedor del sitio donde andan, y para el que han elegido meter más canciones y menos charla, lo cual no comparto del todo como gran aficionado a la verborrea del cantante; lo dicho, que “todos los males del país son porque España se droga”. También de las hímnicas es una irreconocible “Camino de la cama”, acelerada de raíz, como también lo son “Matar jipis en las Cíes”, “Todo por la napia” y una incombustible “Diga que le debo”. Es un greatest hits en vivo. Están tirando a matar, y “Tan hermoso”, “Cuanta puta y yo que viejo” y “Miau miau” abren paso al zapatazo final, al tridente con estocada que visten de gala los últimos instantes de la cordura gallega con “Bailaré sobre tu tumba”, “¿Quiénes somos? ¿De dónde venimos? ¿Adónde vamos?” y la última bala, homónima, de “Somos Siniestro Total”. Irreverencia bruta al servicio de unos músicos intratables e intachables.

Que Los Suaves se despidan es una mala noticia; horrenda. Leyenda viva, aún, de nuestra batalla, del rock facturado en este país. Cabezas de cartel indiscutibles, con tiempo para facturar show completo o casi, telones de decoro, fueron sin duda el mayor reclamo de la velada, si por camisetas de combos vistas por la zona nos guiamos. Intro de rigor conocidísima, para que cojan sitio con “Cuando los sueños se van”, “Palabras para Julia” y “Maldita sea mi suerte”. Yosi, comedido, con el corazón en la garganta, saluda con amargura en una noche de despedida para lanzar “Si pudiera”, pedazo de tema del ‘Santa Compaña’. La banda suena fina, coherente. Nunca han perdido eso. “Por una vez en la vida” cojea, Yosi se despista, mientras que “No puedo dejar el rock” es tan abrumadora que da igual que le cante el que debe, o todo el público unido. “Viajando al fin de la noche” sirve para que Yosi enfile el camino adecuado y cuadre muy correctamente “¿Sabes? ¡Phil Lynott murió!”. “Esta vida me va a matar”, “Mi casa”, y “El Afilador”, himno gallego cruzado, cierran filas para que “Dolores se llamaba Lola” cese las actividades.

Primeros en hacer bises, el regreso llega en el tren de “San Francisco Express”, quizá su última obra de la etapa más laureada. Dos más para separarse de Rivas (imagino que de la comunidad aún es pronto): “Ya nos vamos”, donde Yosi ya apenas canta mientras saca una pancarta donde se lee adiós adiós. “La noche se muere” se los lleva, alargada hasta la extenuidad, rondando los diez minutos. Les hemos visto en mejores ocasiones, en mejores tiempos. En tiempos muy lejanos…Per sempre Suaves.

Hubo movimiento de masas. Unos a cenar, otros de retirada definitiva. El calor de la tarde había dejado paso a una noche que en ese auditorio siempre son frías. Llegan Reincidentes con “Huracán”, que como si no la hubieran tocado. Sin guitarras, con la batería como si estuviera sumergida en un pantano, y la voz de Fernando tan en primer plano que discordaba. “Latinoamérica” regenera, pero sigue sin sonar nada bien. Falta volumen y potencia. “La Republicana” ya sí campea con esplendor enlazada con “Rock and Roll” y una celebrada “Nazis nunca más”.

El rápido saludo y la entrada de “Ay Dolores” hacen tope, los Reinci saben que es momento grande y destilan con inmediatez “La ciudad de los sueños”, vertiginosa y brillante. El ritmo es rápido, menos violento que en otras ocasiones, pero que te deja en caída libre igualmente. “No-normal” mete caña, de mis favoritas en disco pero menos jugosa en vivo. Aún con todo, baluarte indispensable. De las nuevas es “La infancia en un cargador”, que tiene pinta de quedarse en repertorio. “Vicio” da lo mismo que sepas quienes son Reincidentes o que no hayas escuchado en tu vida nada más potente que Perales. La conoces, te la sabes y la cantas. Llevan puesto el piñón fijo y aprovechan para presentar “un tema nuevo sobre la memoria histórica”. Van cerrando con “Cucaracha blanca”, la frenética e incendiaria “Rip rap” y su liquidación habitual con “Jartos D’aguantar”. El año pasado se les echó en falta por estos lares. Era cuestión de tiempo.

Más de las dos de la madrugada, y ahora sí que la espantada era notable. La explanada central se mantenía firme, y Saratoga sabían que a esas horas y con la gente moribunda tenían que salir metiendo marchas sin complejos. “Con mano izquierda” es perfecto para ello, y si la sucesión se constituye con “Tras las rejas”, “A sangre y fuego”, “Ángel de barro”, “Mi ciudad” y “A morir” te has comido la primera parte de una tacada. Sacudida de muchos grados Richter.

Tete presenta a la banda y Niko presenta a Tete, para regresar rápido a la zapatilla con “Las puertas del cielo”, “Maldito corazón”, “Heavy metal” y “No sufriré jamás por ti”. Están en forma, tocan como dios, y el repertorio es inmejorable. Llega el bis y Novoa se cuelga la segunda guitarra para acompañar al maestro Ramiro que tira de acústica en un “Si amaneciera” que recobra su sentido con Jero en casa. “Vientos de guerra” es furia y debería cerrar, pero lo hace, como casi siempre, “Perro traidor”. Brillante reunión de las tres generaciones de Saratoga. Conciertos de este calibre les avalan. Brindemos por su futuro.

Se cierra el telón de un Rivas Rock que deja muy buen sabor de boca, con un cartel impepinable, una organización muy interesante, y un recinto que vale bien para ver a los nuestros o para que lo inunden Iron Maiden. De rigor también es aplaudir los precios no abusivos del bar y la puntualidad de los grupos, que con alguna excepción, cumplieron horarios a rajatabla.Mejorable es el sonido, irregular, aunque correcto en líneas generales. Por muchos más de éstos.

Crónica de Javier Pérez de MariskalRock.com