Formidable cita de culto al metal extremo más rico y abrupto la que se vivió en la sala emplazada en el madrileño barrio de Moratalaz, a la cual debieron acercarse muchos más afines a las sonoridades más agresivas y lúgubres habida cuenta de la talla del evento. La asistencia fue modesta para contemplar las evoluciones de los rumanos Negură Bunget, los valencianos Noctem, los finlandeses Antagonist Zero y los canadienses Ossific.

Todos los grupos eran garantes de una velada de emociones intensas y merecedores de que muchos de los que dieron un magnífico aspecto a conciertos cercanos como los de Dark Funeral o Behemoth se hubieran liado la manta a la cabeza para apoyar esta vertiente más underground de la escena, particularmente a los levantinos Noctem. Estos últimos son, sin lugar a dudas, la gran apuesta de nuestro metal más incandescente y devastador para ponerse, al fin, en el mapa del gran público allende las fronteras.

Abrieron la lata los tenebrosos norteamericanos Ossific, oriundos de la fría ciudad de Winnipeg. Con un black metal absorbente y opresivo, de densas atmósferas de teclado, escarpadas guitarras y abruptas voces, los canadienses se metieron al público en el bolsillo lidiando con unos lamentables problemas de sonido que incluyeron una amplia variedad de acoples y una luminosidad en el local poco o nada acorde con el estilo. En el susodicho es importante cautivar, impactar, hacer perder al oyente por instantes el contacto con la realidad terrenal, y ellos, pese a todo, lo consiguieron con temas como “Sojunrn”, “Disposessing Existance” o “…As Roots Burn”.

De pura cepa finlandesa eran los segundos, Antagonist Zero, que sufrieron a lo largo de toda su actuación una innumerable retahíla de inexplicables fallos de sonido, siendo las voces las más damnificadas por una ecualización de juzgado de guardia. Aunque sobre un remolque y sin mesa de sonido mediante hubieran sonado más fidedignos, ellos se sobrepusieron contra viento y marea y demostraron que su propuesta es digna de ser explorada con lupa para empaparse del sinfín de matices melódicos y de contrastes que atesora. En terrenos del metal melancólico que tan bien han labrado en el país nórdico bandas como Amorphis – los reyes absolutos -, Before the Dawn o Dark the Suns entre otros muchos, el combo finés combina a la perfección sus diferentes elementos dotando de expresividad a cada compás, la cual traslada al directo sobre las ruedas de un divergencia entre la voz gutural de Ville Siikamäki y la pulida voz limpia del también guitarrista Ben Pakarinen. Su último EP, ‘No tears’, protagonizó un repertorio que no era sino una invitación para que volviésemos a disfrutarlos en su próxima venida.

Llegó el que, para un servidor, era el gran momento de la noche. Los valencianos Noctem, hiperactivos en directo habitualmente abriendo por toda Europa para bandas con pedigrí en el panorama extremo, regresaron a la capital para abrumarnos con la incontestable contundencia de sus composiciones, a caballo entre el death metal y sonidos escorados hacia el black, si bien en los últimos tiempos el technical death metal se está adueñando con sumo criterio de su obra. Pintados y maqueados de arriba abajo, gozando de un sonido relativamente mejor que sus predecesores – más aún cuando se escuchó la guitarra de Exo, al principio difícil de apreciar –  y con una entrega digna de los más grandes, hicieron que toda la audiencia se rindiera sin remisión a su violencia sonora. Si fueran de algún país nórdico, sus cuatro discos hasta la fecha y su bombástico directo habrían sido más que suficientes para coronarse en el viejo continente como cabezas de cartel, pero lamentablemente, nuestras coordenadas siguen siendo una rémora.

Dinámicos hasta la saciedad, explorando los límites más extremos de la intensidad sobre un tablado y sin parar de hacer headbanging, el quinteto apuñaló nuestros tímpanos con temas de su reciente plástico como “Pactum with the Indomitable Darkness”, “Blind Devotion” o la descomunal “Through the Black Temples of Disaster”, las cuales se intercalaron con temas pretéritos como “Invictus”, “Cycles of Tyranny” o “Eidolon”. Rítmicamente estuvieron impresionantes, guiados por la batería de Voor – ¿qué desayuna esta bestia? – y el bajo de Varu. Guitarrísticamente, Exo y Ethell dieron toda una lección. Mención aparte merece Beleth, que además de incendiar su garganta, en un momento dado se tiró por encima un vaso de sangre. Esperemos que de mentira.

El broche de oro a la jornada lo pusieron los rumanos Negură Bunget, aunque a ellos les gusta más decir que proceden de Pensilvania cuando se presentan de boca de su vocalista, TTibor Kati. Desprendieron buen hacer y exprimieron hasta el último gramo de sapiencia que la experiencia les ha proporcionado para ofrecer un concierto sublime, a la altura sin duda de un grupo que se encuentra conmemorando nada más y nada menos que su vigésimo aniversario en la trinchera del metal extremo. Todo aun teniendo en cuenta que el único miembro original que permanece en la formación es el batería y multiinstrumentista Negru, mientras que el resto de miembros se incorporaron en 2013. La banda en sí comenzó como un combo de black metal al uso, pero poco a poco se fue escorando hacia un estilo propio e intransferible en el que el carácter ambiental y evocador juega un papel fundamental.

“Grădina stelelor”, “Cunoașterea tăcută”, “Nămetenie”, “Dacia hiperboreană” y, cómo no, la concluyente “Tara de Díncolo de Negură” ilustraron sonoramente una actuación más que correcta que tuvo su momento más especial en un increíble show de percusión en el que, con una coordinación milimétrica, echaron mano de diversos instrumentos – algunos de ellos raros, muy raros – para maravillar a un público por el que Tibor se paseó durante un momento tocando una especie de caja china.  Atmósferas agobiantes, cambios de intensidad deslumbrantes y un repertorio muy equilibrado fueron las materias primas fundamentales para una gala que pasó el corte y en la que la banda rumana demostró tener energía para otro par de décadas.

Crónica de Jason Cenador de Mariskal Rock